2025: Medir la vida a través de los libros


Como muchas personas, tengo la manía de hacer inventarios cada fin de año. Desde hace siete, comparto los resultados de mi ritual, este desfile de números que me hace creerme la ilusión de que tengo, por lo menos, un poco de control sobre la vida: a fin de cuentas, yo decido qué libros leer y, en cierta medida, cuántos viajes hacer, qué ciudades visitar y en cuántos eventos participar. 

Mi perfil en Goodreads muestra los 78 libros que leí este año: un total de 20.708 páginas distribuidas en 44 libros de ficción, 21 de no ficción (aunque la frontera entre estos géneros es cada vez más imprecisa), 4 de poesía y 8 de literatura infantil y juvenil. Este año leí menos libros que el año pasado (78 contra 91), pero, en total, más páginas. Este fue, para mí, el año de los libros largos. 

Leí 45 títulos en papel (58%), 18 audiolibros (23%) y 15 en formato digital (19%). (Sí, soy de las que afirman que escuchar un audiolibro es otra forma completamente válida de leer.) La gran mayoría de los libros que leí fueron en español (73%) y el resto, en inglés (26%)

Esta es la lista (completamente arbitraria y subjetiva) de las lecturas que más me gustaron en 2025. En algunos casos he agrupado los libros en duplas o ternas según el género o el tema (mi pequeña trampa para lograr colar más títulos en la selección). El orden de la lista no manifiesta jerarquía.

  • Flesh (Carne) de David Szalay (Penguin). Este libro, ganador del prestigioso Booker Prize, es el último que terminé de leer en 2025. István, un adolescente de quince años, vive con su madre en un complejo de apartamentos en Hungría. Solitario e inseguro, pronto se enreda con su vecina, una mujer mucho mayor que él. En un incidente desafortunado, se ve implicado en la muerte del marido de la mujer… y ese es sólo el principio de una vida que asciende y gira al borde del abismo. Szalay tiene un estilo, digamos, minimalista: narra tanto con las palabras (precisas, justas, contenidas) como con los silencios. Estará disponible en español en marzo de 2026 y ya lo imagino en la cima de todas las listas. 
  • A Book of American Martyrs (El libro de los mártires americanos, Alfaguara) de Joyce Carol Oates. Leí este título por recomendación de Pilar del Río y me quedé completamente sin aliento. La historia comienza con el asesinato de un médico abortista en un pueblito de Ohio, Estados Unidos. El asesino es un hombre evangélico convencido de que actúa en nombre de Dios para salvar vidas inocentes. La autora logra inmiscuirnos en las mentes de estos dos protagonistas y mirar, a través de sus ojos, las visiones divergentes de una sociedad en torno al aborto, a la pena de muerte, al fanatismo, a la violencia, al idealismo, a la justicia. La historia continúa en las vidas de las dos hijas: la del asesino y la del asesinado, y en la manera en que son afectadas por la tragedia. 
  • El loco de Dios en el fin del mundo, (Random House) de Javier Cercas, y Nos quieren muertos, (Planeta) de Javier Moro.  Estos dos libros tienen en común (además de que sus autores comparten el nombre de pila) que ambos son textos de no ficción que se leen como novelas. El primer Javier (Cercas), un ateo confirmado, acompaña, por invitación del Vaticano, al Papa Francisco en su viaje apostólico a Mongolia. Ellos esperan que él escriba un libro. Él, lo que quiere, es preguntarle al Papa si su madre verá a su padre más allá de la muerte, para llevarle a ella su respuesta. El segundo Javier (Moro) desplaza sus páginas hasta Venezuela para narrar la vida de Leopoldo López, un joven político opositor que es injustamente encarcelado mientras su país se desmorona. Hoy que Venezuela vuelve a ocupar de manera prominente los titulares de noticias, este libro nos ayuda a entender por qué las cosas están como están en nuestro vecino país latinoamericano. 
  • Volver la vista atrás (Alfaguara) de Juan Gabriel Vásquez, Premio Bienal de Novela Vargas Llosa 2021. Cuando hace dos años elegí “El ruido de las cosas al caer” como uno de mis favoritos, ya imaginaba el deleite que me causarían otros libros del mismo autor. Aun así, no estaba preparada para el golpe de genialidad con que este título me zarandeó.  Se trata de una novela de no ficción que narra la vida compleja y casi increíble del director de cine Sergio Cabrera, desde su adolescencia en China hasta la selva profunda de la guerrilla colombiana, desde el mundo del arte y la política hasta la intimidad familiar y vulnerable. Caray, qué bien escribe Juan Gabriel Vásquez.
  • Color Cartagena (Planeta) y Vargas Llosa: el escribidor y la vida (Planeta) ambos de Daniel Mordzinski. Por supuesto, tengo que confesar que tengo un sesgo afectivo hacia estos títulos, pero, más allá de que esté irremediablemente enamorada del fotógrafo argentino, nadie podría negar que sus dos libros más recientes, publicados este año, son excepcionales. En Color Cartagena, Mordzisnki revela la memoria de dos décadas del Hay Festival Cartagena de Indias, probablemente el festival literario más importante de América Latina. El libro reúne las famosas “fotinskis”, esos retratos divertidos e iconoclastas que son la marca de agua del reconocido fotógrafo de escritores. Pero además, contiene historias jugosas que construyen el antes y el después de muchas de sus imágenes más icónicas. En Vargas Llosa: el escribidor y la vida, tres décadas del Nobel peruano son inmortalizadas por la mirada del fotógrafo. Entre imágenes reverberan las palabras de Vargas Llosa, tomadas de múltiples textos y conferencias de su autoría. El resultado es un testimonio visual-literario que ayuda a sobrellevar el duelo por la pérdida, a principios de este año, de uno de los más grandes escritores latinoamericanos de todos los tiempos. 
  • La Península de las Casas Vacías (Siruela) de David Uclés, y Castillos de Fuego (Seix Barral) de Ignacio Martínez de Pisón. Dos novelas cuyo tema central es la guerra civil española. En el caso de Uclés,  la historia ficticia de una familia y de un pueblo heridos por esos años de sangre, narrada desde el realismo mágico. La de Martínez de Pisón se vale del realismo crítico para llevarnos al Madrid de la posguerra y, a través de sus múltiples personajes, vivir la miseria, la represión y el miedo del franquismo. Las dos son brutales, contundentes, de una enorme maestría narrativa. Ambas fueron finalistas este año en la Bienal de Novela Vargas Llosa. 
  • El caballo dorado (Alfaguara) de Sergio Ramírez. Ganador de la Bienal Vargas Llosa de novela 2025. Esta es la historia de una princesa coja, de un peluquero que se creía el inventor del carrusel, de un presunto aristócrata, de un cocinero ambicioso, y de un caballo de madera que, montado en un carrusel, viajó desde Europa hasta Nicaragua hace más de cien años. Salpicada de instrucciones mecánicas y de instrucciones para envenenar al marido, esta novela es, también, un artefacto curioso, como las cajas de la risa que conocí cuando fui nña. 
  • Ocho vidas (Emonautas) de Javier Fonseca. Este es un libro para niños, pero a mí, que soy bastante mayorcita, me conmovió profundamente. Se trata de una historia sin palabras, sólo ilustraciones, que narran, con gran delicadeza, la realidad de la pérdida, el duelo y la esperanza. Lo he regalado varias veces y, por supuesto, conservo celosamente mi propio ejemplar. 
  • Soviépica, de Víctor Andresco, y El Reino de Belmonte, de Alfonso Mateo Sagasta, ambos publicados por Reino de Cordelia. Dos novelas muy diferentes, pero ambas con un toque de humor muy particular. En Soviépica conocemos a Fabián, un hombre madrileño a punto de cumplir cincuenta años que se entera de la muerte de uno de sus antiguos compañeros universitarios en Moscú. A partir de este suceso, se da cuenta de que, por alguna razón, ha sido intencionalmente extirpado de aquel círculo de amigos. Ese misterio da pie a un viaje emocional y físico hacia un pasado y una Rusia que ya no existen. Suena nostálgico, y lo es, pero al mismo tiempo que te hace pensar, te hace reír a carcajadas. Lo mismo sucede en El Reino de Belmonte: el autor crea una ficción a partir de los sucesos reales ocurridos en la década de los 90, cuando el Ayuntamiento de Madrid se propuso expropiar un barrio de infraviviendas y los vecinos, por supuesto, se opusieron. Lo excepcional de este caso fue que, al ver desoídas sus peticiones y con el afán de hacer ruido en los medios, la comunidad vecinal decidió “pedir asilo” al gobierno de Cuba, para deleite de Fidel Castro. 
  • Monsters: A fan’s dilemma (Monstruos: ¿Se puede separar al autor de su obra?) (Planeta) de Claire Dederer y Queridos fanáticos (Siruela) de Amos Oz. He aquí dos libros para hacerte pensar, y mucho, sobre dos temas actuales y urgentes: la cultura de la cancelación, por un lado, y el fanatismo, por otro. Por causa de ellos, la violencia ha encontrado salida en diferentes trincheras: desde el anonimato incidioso de las redes sociales hasta la devastadora guerra en Gaza. 
  • Una buena vida (Planeta) de Marc Schulz y Robert Waldinger. Este libro encierra ocho décadas de sabiduría. Ese es el tiempo que, hasta ahora, ha acumulado el estudio científico más largo sobre la felicidad. Al cruzar y comparar enormes cantidades de datos, ahora sabemos cuál es el factor más importante para ser felices: no es el dinero, ni la fama, ni siquiera la salud. Son las relaciones interpersonales. Pero no me lo creas a mi, deja que sean los líderes de este estudio quienes te vayan contando cómo llegaron a esta conclusión, intercalando sus argumentos con varias de las historias verídicas de algunos de sus centenares de entrevistados. 
  • Comerás flores (Libros del Asteroide) de Lucía Solla Sobral,  Canción dulce (Cabaret Voltaire) de Leila Slimani y Objetos Perdidos (Tusquets) de Karla Suárez. Comerás flores es la opera prima de una joven escritora que promete y ya cumple. Marina, la protagonista, es una chica recién graduada de la universidad que, tras la muerte de su padre, conoce a un hombre dos décadas mayor que ella, de quien se enamora perdidamente. Jaime la colma de atenciones, pero poco a poco la va aislando de su familia, de sus amistades e incluso de sí misma. Un retrato visceral y crudo de la violencia emocional en la pareja. Por su parte, Canción dulce es un thriller de la aclamada escritora franco-marroquí Leila Slimani, en el que se cumple, desde las primeras líneas del libro, la pesadilla de cualquier madre: la niñera que asesina a los pequeños a su cargo. Objetos Perdidos, de la cubana Karla Suárez (finalista también de la Bienal de novela Vargas Llosa de este año) nos trae a Giselle, una mujer joven que se pierde (literalmente) en Barcelona, y que durante días duerme y baila en la calle, junto a la Sagrada Familia, en un afán por recuperar su vida y reconciliarse con los fragmentos de ella que ha dejado en el camino.

Siempre tengo varios libros empezados y, con cada uno, avanzo a diferentes ritmos; a cada uno lo visito en distintos contextos. 

Cada semana, los #lunesdelibros, comparto en medios sociales una brevísima reseña de algún título que me haya gustado, intercalando géneros. No soy una crítica literaria ni experta en literatura. Soy una lectora y una maestra; hablo solamente de títulos que efectivamente he leído y que he disfrutado. No critico los libros que no me gustaron: sé que cada lector es diferente y que si yo no supe apreciar alguno en especial, habrá otra persona que sí lo haga. Jamás me atrevería a desanimar la lectura de un libro: para cada uno habrá, siempre, algún lector que sepa danzar con él. Por último, mis reseñas (breves, incompletas, subjetivas) son honestas en el sentido de que provienen de mi propia experiencia lectora y no de la fabricación, tantas veces alucinante, de la IA.

En estos tiempos de incertidumbre, mi deseo para 2026 es que los libros nos ayuden a disipar la bruma.

Por los libros, por la vida. Feliz año nuevo.

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